Esa es la primera palabra que se me viene a la mente. Estoy muerto después de una tarde agotadora en el huerto. Tocaba hora de preparar todo para la nueva temporada, además de los trabajos rutinarios de cuidado de toda nuestra flora.
Comenzamos arrancando las plantas secas de guisantes, hemos dejado algunas que plantamos más tarde, y sobre todo arrancar la mata de tirabeques cuyo fruto ya había tocado a su fin.
Una vez limpia la tierra la hemos volteado para oxigenarla y abonarla uniformemente. Hemos plantado calabacines y calabazas en la jardinera grande, y en las macetas más grandes tomates raf y cherry. En otras macetas en las que teníamos canónigos y rúcula hemos plantado pimientos y berenjenas. También hemos hecho nuevos semillero para secuenciar la cosecha y prolongarla lo más posible y aprovechar los cultivos que aún no han tocado a su fin y posteriormente trasplantarlas a esas macetas.
Por último y tras unas semanas con intensas lluvias hemos abonado con guano los árboles y arbustos frutales para que tengan reservas para afrontar el verano.
Hoy estoy muerto pero mañana cuando me levante al ver el huerto me sentiré más vivo que nunca.
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